Permítanme contarles una pequeña historia que me invente; se trata de un niño a quien sin saber el significado, sus padres le dieron el nombre de Eleazar (Dios ha ayudado).
Eleazar vivía con sus padres en uno de los peores barrios de nuestro país, él tenía 9 años, pero sus pensamientos y obras eran de un niño de más 15, con su escasa edad entendía que la familia no era más que una zona de guerra, que su entorno en el barrio era una selva donde solo el más astuto, desconfiado y malo podía sobrevivir. Para Eleazar no existía Dios, existían los que tienen plata y poder y los que son abusados. A su corta edad había visto y entendido sin practicarlo, lo que era robar y hasta asesinar.
El día que Eleazar cumplió los 10 años vio cómo entraron a su humilde casa varios individuos y descargaron sus armas sobre sus padres. Las autoridades llegaron, la ambulancia se llevó a sus padres y a él mismo aunque no estaba herido. Al llegar al hospital Eleazar se encontró ante una situación muy compleja para su comprensión y allí en medio de ese caos vio a un hombre alto de apariencia fuerte, vestido de blanco que recibía las camillas donde llevaban a sus padres. Eleazar pensó, ese hombre es un doctor, un sanador.
Pasó muy poco tiempo cuando aquel “sanador”, salió preguntando por los familiares de los impactados por las balas y un policía le señaló a un niño sentado en el piso en un mar de lágrimas. El doctor que había perdido hacía pocos años a su esposa e hijo en un accidente, se conmovió y mientras se sentaba a su lado lo abrazó, el niño intentó apartarse del Sanador pero este se lo impidió. Así nació una relación entre Eleazar y el Sanador.
Al tiempo mientras Eleazar llevaba meses en un orfanato, el doctor había cumplido todos los procedimientos legales para adoptarlo y este era el gran día en que lo recogería y lo llevaría a su nuevo hogar donde formalmente se convertiría en su hijo adoptivo. El doctor y Eleazar salieron de aquel edificio tomados de la mano mientras el Sanador le dijo; “Eleazar, esa violencia, esa zona roja y esa muerte que viste, no la volverás a ver más”, él solo lo miro y sonrió.
Cuando llegaron a la casa del doctor y justo antes de abrir la puerta, le dijo “Eleazar, si escuchas y pones por obra todo lo que te voy a decir, te prometo que aunque no dejarán de haber momentos difíciles en tu nueva vida, siempre tendrás en mí tu refugio y tu descanso”.
Eleazar trataba de entender lo que el Sanador, su nuevo padre le decía, pero el Sanador no lo dejaba pensar mucho porque continuaba diciéndole, “Eleazar después que pases la puerta de tu nuevo hogar debes cambiar tu pensamientos, ya no eres hijo de la violencia, ya no debes temer y le repitió, si escuchas y pones por obra, todo estas instrucciones que te doy serás, quizás un sanador como yo o un gran profesional útil para la sociedad”, Eleazar lo miraba con sus ojos muy abiertos mientras se presionaba a sí mismo para entender lo que le decían. Y el Sanador continuó; “tienes que dejar de hablar como hablas ya ese, no será tu hablar, tu lengua ahora será mi lengua”, el niño levanto su vista buscando entender, pero, el Sanador continuó; “no debes ver a los demás como enemigos y no intentes dañarte a ti mismo o a otros” y siguió “ya no tienes que luchar por lo que necesitas, si realmente lo necesitas yo te lo daré”. Eso pareció gustarle a Eleazar porque esbozó una gran sonrisa.
El Sanador hizo una pausa y dijo,” Eleazar, mira tú debes educarte en todo lo que yo te diga y en lo que te enseñan los maestros de la escuela a la asistirás” y mientras abría la puerta delante de el, continúo sus palabras diciendo; “Eleazar todas estas palabras de mi boca te parecerán ahora difíciles y pasarás un tiempo pensando así, pero si las escuchas atentamente, si piensas en ellas día y noche, veras como cambias no solo tu forma de vestir, hablar, tratar a los demás sino que hasta tomarás en cuenta lo que comes.
El Sanador suspiro largamente y dijo: “Eleazar tu nuevo estilo de vida esta detrás de esta puerta, lo que ahora te parece aguas amargas para beber, pronto será tan dulce que querrás darlo a probar a otros. Así tomados de la mano entraron Eleazar y su padre el Sanador, iniciándose un conocimiento mutuo que terminó en un amor entrañable entre un verdadero padre y un verdadero hijo.
Con esta historia como preámbulo lo invito a que estudiemos ¿Por qué Marah?
En Éx.15.22-24, los herederos del Pacto y la Promesa habían sido puestos en escapatoria de Egipto y justo después que pasan su Mar Suf, están cerca de ser recibidos por Hashem en el Sinaí, pero delante de ellos tienen a Marah מָרָה , las aguas amargas. Marah en hebreo también significa; ser contencioso, ser rebelde, ser refractario, ser desobediente, ser rebelde contra alguien.
Todos sabemos que el agua en la Biblia tiene varios significados pero cuando se le refiere en un contexto como el de Jer.17.8 Claramente nos enseña que el “Agua” es la Palabra, la Torah, la instrucciones que un escogido debe buscar para sostenerse (vivir) cuando venga el “calor y la sequía”.
Volviendo a la escena de Éx. 15..22-24, los herederos de Yisrael tienen a sus espaldas, como el Eleazar de nuestra historia, al mundo y enfrente a Marah la puerta del nuevo hogar para los escogidos. Pero Dios quiso que estas aguas fueran amargas para enseñarles que sus expectativas (pensamientos, caminos), como el Dios de la Nueva Nación, no son las mismas expectativas que las de ellos. Al igual que “Eleazar” van a tener que escuchar atentamente y poner por obra cada instrucción que se le dará para vivir en el nuevo hogar.
Los pensamientos de los herederos del Pacto y la Promesa sobre su nuevo Padre Adoptivo deben deben iniciar por entender, que él es el único Dios Verdadero y no pueden buscar refugio y descanso en ninguna otra cosa, además él requiere que se reúnan con él en citas periódicas para crecer la relación padre-hijo.
En el relato del Éxodo la separación entre el mundo y la nueva nación es Marah, esa amargura que se vuelve reiterativa para nosotros los herederos de hoy y que es mostrada a través de Rv.10.10 ”Tómalo y devóralo; te amargará las entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel.
Es evidente que hoy para muchos de nosotros las instrucciones (Torah) son amargas, porque como en nuestra historia del niño Eleazar la Torah es la puerta de un nuevo hogar para vivir una vida santa, apartada de los afanes y presiones del mundo descansando en la Shalom del Sanador.
Pero como nuevos herederos debemos conceptuar en nuestros corazones (mentes) que Marah, es un cambio de vida en áreas tales como; La comunidad, la dieta, la salud, la ropa, la vivienda, la seguridad, la moralidad, las ceremonias, los días santos, la adoración, las relaciones entre la familia y los vecinos y la lista es prácticamente interminable.
Conclusión
Los hebreos llevaban más de 200 años residiendo en Egipto, allí nacieron tres generaciones de descendientes de Ya’akov, se multiplicaron y prosperaron. Piense, cuánto tiempo llevamos viviendo en este mundo en el cual a través de los medios de comunicación, leyes, gobierno, educación, sistema de salud y religión nos dicen cómo vestirnos, comer, pensar, hablar y relacionarnos con Dios y los demás humanos.
A cualquiera que hoy acepte ser un adoptado, como el Eleazar de nuestra historia le puede parecer amargo seguir las instrucciones del Sanador, porque lo amargo simboliza cambiar tu vida, por esa razón Dios envió el “Árbol” sobre las aguas Marah para que se endulzaran pero igual se beberían el Marah. El Árbol es Mashiaj el Sanador que da vida como dice Gn.2.9 y Rev.2.7, Rev.22.1-2. Por favor note como se presenta a Yehoshúa en Rev.22, el último capitulo de La Biblia.
Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero (Torah y Yeshúa), en medio de la calle de la ciudad. Y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones. Rev.22.1-2
El hecho de que Hashem no reprendiera a los nuevos adoptados en el éxodo al llegar a la puerta del nuevo hogar y que en vez de eso pusiera a Yeshúa sobre la Torah (Marah) puede dar pie a muchos líderes a pensar que la Torah fue abolida, que las instrucciones son una ley amarga y que con solo hacer una oración aceptando a Yeshua ya aseguramos un “asiento” en el cielo, como pretendían los hijos de Zebedeo, Mt.20.20.
A la gran mayoría de los creyentes se les ha hecho creer que hay dos versiones de Hashem, la versión de un Dios iracundo (amargo) del “Antiguo Testamento” y un Dios amoroso (dulce) del Nuevo Testamento de esta forma piensan que aceptando a Yeshúa como el salvador de su vida ya son salvos, esto figurativamente es como si los herederos al llegar a Marah y al ver que el “Árbol” es el que endulza, apartaran el agua y beberían solo del Árbol. Esto es tomar algunos hermosos pasajes de los evangelios y usarlos como amuletos apartando las instrucciones (Torah), pero preguntémonos, ¿Cómo podemos llegar a algún lugar difícil de llegar sin instrucciones?
Así como las instrucciones para Eleazar en nuestra historia, no es entrar a un hogar físico sino a una vida plena. El lugar al que las instrucciones de Dios, Torah están llevando a los escogidos no es Canaán, a ese lugar físico llegaron después de 40 años. A donde las instrucciones los estaban guiando era a una Tierra de Leche y Miel a la cual todavía no han llegado. Y son esas mismas instrucciones las que no guían hoy a esa misma Tierra de Leche y Miel, en la que no existe la muerte. ¿Cómo llegamos a esa tierra sin beber Marah?
Como el Eleazar de nuestra historia, deje que el Sanador tome su mano, le abra la puerta de su nuevo hogar y siga las instrucciones:
“No temáis; estad firmes y ved la salvación que el Señor hará hoy por vosotros; porque los egipcios a quienes habéis visto hoy, no los volveréis a ver jamás.” Éx.14.13
Shalom
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