Popularmente, el infierno se concibe como un lugar de tortura eterna, donde las almas inmortales de quienes transgredieron la Palabra de Dios en vida son conscientes y arden en un fuego inextinguible, como parte de la justicia divina. Esto nos lleva a interrogantes profundas: si Dios es amor, ¿cómo puede también ser un Dios torturador? ¿Cómo puede el infierno ser justicia divina si todos los humanos somos propensos al pecado, viviendo en un mundo de pecado? Finalmente, ¿es el infierno un lugar bíblico?
Este artículo explora el verdadero significado bíblico de "infierno", escudriñando sus raíces y evolución histórica para determinar si es una doctrina con sustento en las Escrituras o si es extrabíblica.
I. Orígenes y Evolución del Concepto del Más Allá
El concepto de "infierno" tiene sus raíces en el "inframundo", una noción mitológica que surgió en civilizaciones antiguas como Babilonia, Egipto y Grecia, mucho antes de que Israel se convirtiera en nación. La palabra "inframundo" proviene del latín "infra-" ("debajo") y "mundus" ("mundo"), significando literalmente "mundo de abajo". No obstante, antes del latín, este reino subterráneo era conocido como "Irkalla" en Babilonia, "Duat" en Egipto y, más tarde, "Hades" en Grecia.
Para los antiguos griegos, el ser humano era una unidad compuesta por un cuerpo que contenía un alma. Creían que, al morir el cuerpo, el alma se liberaba y emprendía un viaje hacia el Hades, su inframundo. Allí, una trinidad de semidioses (Minos, Radamantis y Éaco) juzgaba el alma para determinar su destino final.
Si el alma había llevado una vida ejemplar, era guiada a beber del Río del Olvido (Lete) para borrar todo recuerdo doloroso, y luego era llevada a los Campos Elíseos. Este paraíso prometía una existencia de delicia, paz y felicidad eterna. Sin embargo, si el alma había vivido con maldad, era enviada al Tártaro, la región más profunda y oscura del Hades, donde sufría castigos por sus malas acciones. Las almas más impías, las que habían ofendido gravemente a los dioses, estaban condenadas a un tormento perpetuo.
En contraste, cuando la nación de Israel salió de Egipto y recibió la Torá, el concepto de un inframundo donde los muertos "siguen viviendo" no formaba parte de sus enseñanzas. El Antiguo Testamento no contiene tal idea; solo menciona el "Sheol", la tumba donde el cuerpo, sea de justos o impíos, es depositado para regresar al polvo del cual fue tomado (Eclesiastés 3:19-20; 9:5, 10). No se habla de un tormento eterno, sino de la promesa de que la muerte es como un sueño temporal del cual todos serán despertados (Job 14:12) para enfrentar un juicio (Hebreos 9:27) en la tierra cuando regrese el Mesias. Según su obediencia, algunos serán favorecidos con la vida eterna, mientras que otros serán condenados a dejar de existir (Daniel 12:2).
Después del cautiverio babilónico de Judá, muchos de los hebreos que regresaron a su tierra natal estaban profundamente influenciados por las culturas de Babilonia y Persia. Siglos más tarde, durante los "años del silencio" (los 400 años previos a la llegada de Yeshúa), el imperio griego extendió su dominio, imponiendo la cultura helenística en el territorio de Israel.
Esta profunda influencia cultural griega en el judaísmo del periodo intertestamentario llevó a una fusión del concepto hebreo de Sheol (la fosa) con la mitología griega del Hades. Posteriormente, esta mezcla se intensificó con la cultura latina de los romanos, dando origen a una cultura grecorromana que afectó profundamente el pensamiento judío. Así, líderes judíos mezclaron la Torá con la mitología griega, lo que resultó en concepciones distorsionadas del Hades como un lugar de tormento y el Seno de Abraham como el Paraíso. Estos conceptos de un Hades y un Seno de Abraham se consolidó como un pilar fundamental en el judaísmo, tanto que Yeshúa lo usó en la parábola del rico y Lazaro.
Años más tarde, con el surgimiento del cristianismo y su subsecuente mezcla con la filosofía y mitología griega, este concepto del Hades se tradujo al latín bíblico como "infierno".
La concepción del "infierno" cristiano fue fundamental para el crecimiento de la Iglesia Católica, que se consolidó como la religión oficial del Imperio Romano en el año 380 d.C. El catolicismo definió el "infierno" como un lugar de tormento eterno para las "almas inmortales" de los malos. Adicionalmente, introdujo el concepto del purgatorio: un estado intermedio donde las almas podían ser purificadas y su ascenso al cielo podía ser acelerado mediante el pago de indulgencias. No obstante, es crucial destacar que la palabra "infierno" no aparece en las traducciones directas de los textos bíblicos originales en hebreo y griego.
II. El Concepto del Infierno en el Nuevo Testamento
La palabra "infierno" aparece trece veces en las traducciones bíblicas en español del Nuevo Testamento, pero ni una sola vez en el Antiguo Testamento. Lo curioso es que, en el griego original del Nuevo Testamento, la palabra "infierno" nunca se utiliza. En su lugar, se emplean dos términos: "Gehena" y "Tártaros".
Versículo | Referencia en español (RV1960) | Literal en Griego |
Mateo 5:22 | “será expuesto al infierno de fuego” | “será expuesto al gehena de fuego” |
Mateo 5:29 | “tu cuerpo sea echado al infierno” | “tu cuerpo sea echado al gehena” |
Mateo 5:30 | “tu cuerpo sea echado al infierno” | “tu cuerpo sea echado al gehena” |
Mateo 10:28 | “destruir el alma y el cuerpo en el infierno” | “destruir el alma y el cuerpo en el gehena” |
Mateo 18:9 | “echado en el infierno de fuego” | “echado en el gehena de fuego” |
Mateo 23:15 | “hijo del infierno que vosotros” | “hijo del gehena que vosotros” |
Mateo 23:33 | “la condenación del infierno” | “la condenación del gehena” |
Marcos 9:43 | “teniendo dos manos ir al infierno” | “teniendo dos manos ir al gehena” |
Marcos 9:45 | “ser echado en el infierno” | “ser echado en el gehena” |
Marcos 9:47 | “ser echado en el infierno” | “ser echado en el gehena” |
Lucas 12:5 | “poder de echar en el infierno” | “poder de echar en el gehena” |
Santiago 3:6 | “es inflamada por el infierno” | “es inflamada por el gehena” |
2 Pedro 2:4 | “arrojándolos al infierno” | “arrojándolos al tártaros” |
Estas referencias revelan que la palabra traducida al español como "infierno" del latín infernus, es traducida doce veces de la palabra griega "Gehena" advirtiendo sobre el maltrato al prójimo y una sola vez de la palabra griega "Tártaros" en referencia a los ángeles caídos. Es crucial, entonces, entender el significado original de estos términos.
Gehena: El Valle de Hinom
La palabra Gehena es un término griego que proviene del hebreo "Ge Hinom", que significa "valle de Hinom". Este valle existe hasta el día de hoy al sur de la ciudad de Jerusalén, conocido actualmente como Wadi er-Rababi y alberga numerosas tumbas excavadas en la roca, siendo actualmente una importante zona verde para actividades recreativas, disfrutadas por comunidades judías y palestinas por igual.
En la época de la conquista de Canaán, Ge Hinom fue parte del territorio asignado a la tribu de Judá (Josué 15:8; 18:16). Se cree que "Hinom" era el nombre de un jebuseo, propietario de estas tierras, que luego fueron heredadas por su hijo y más tarde conquistadas por los israelitas.
El valle de Hinom se convirtió en un lugar donde se practicaba el "tofet", una palabra sin significado exacto pero que describe un lugar de fuego. Al parecer, era un sitio ceremonial de los jebuseos en el que sacrificaban a dios Moloc sus hijos pequeños quemándolos. Después de la conquista por Israel, esta horrible practica la adoptaron algunos reyes de Judá ofreciendo en la misma forma sus hijos a Moloc (2 Reyes 23:10). El rabino Rashi, del siglo XVI, escribió que el lugar se llamaba "tofet" porque los sacerdotes tocaban tambores (tofím) para que los padres no oyeran los lamentos de sus hijos quemandose.
"Tofet" aparece unas diez veces en la Biblia (Isaías 30:33; Jeremías 7:31; Ezequiel 20:31; Jeremías 32:35), en referencia al sacrificio de niños. No obstante, en Jeremías 19:4-5, el profeta declara que a Hashem "no le pasó por la mente un lugar como ese". Por lo tanto, a partir de Jeremías 19:6, se profetiza que ese lugar, ya no se seria Tofet ni valle de Ben-Hinom, sino Valle de la Matanza. Esta profecía se cumplió con Nabucodonosor y, más tarde, con Roma, porque fueron tantos los muertos en esos eventos que muchos fueron enterrados en el Valle de Hinom.
En tiempos de Yeshúa, el Valle de Hinom, donde se ubicaba el tofet, se utilizaba como vertedero y lugar de incineración de basura, animales y cuerpos de criminales. La constante quema de desechos y la presencia de gusanos y carroñeros hicieron de este lugar un símbolo de fuego, gusanos y destrucción. Este simbolismo fue el que el cristianismo posterior adoptó y le dio el concepto de infierno.
Vemos que en Mateo 5:22, Yeshúa nos enseña que no solo el acto de matar es condenable, sino también la ira injustificada hacia un hermano. Despreciar a un hermano lleva al juicio del Sanedrín. Pero llamar a un hermano "raca" (un término que implica desprecio absoluto, como no tener esperanza ni Elohim) es, para Yeshúa, como un asesinato. Tal acción hace merecedor de un castigo equiparable al de un asesino, cuyo cuerpo debe ser arrojado al Gehena y consumido por el fuego y gusanos, junto con la basura.
Las traducciones latinas de Mateo cambiaron la palabra gehena por infernus, lo que nos llegó al español como "infierno", no refiriéndose al lugar físico de la quema de basura y cuerpos en el Gehena, sino como un concepto de castigo para quienes no aceptaban lo establecido por los líderes religiosos.
Tártaros: La Prisión para los Ángeles
En la mitología griega, el Tártaro era la prisión más profunda del inframundo, un abismo oscuro de tormento reservado para dioses y mortales castigados por crímenes atroces. Bajo la influencia de la cultura griega, las tradiciones judías fusionaron este concepto, aplicándolo a los ángeles caídos.
El apóstol Pedro, en 2 Pedro 2:4, menciona que Dios no perdonó a los ángeles que se rebelaron, sino que los arrojó al "Tártaro", especificando que es una prisión de oscuridad donde están reservados hasta el juicio. Sin embargo, es importante recordar que el Tártaro era una creencia griega, no bíblica, y que Satanás y sus demonios no están presos físicamente. Fueron arrojados del cielo y ahora operan en este mundo de oscuridad (maldad), destinados a la condena del juicio final cuando el Mesías regrese.
En 2 Pedro, capítulo 2, el apóstol advierte a los creyentes sobre los falsos maestros, quienes, con su avaricia, convierten a las congregaciones en su mercancía. Esto es un acto de rebelión contra Yeshúa y una usurpación de Su lugar, lo que los destina a la condena del juicio final, tal como a los ángeles rebeldes.
Para enfatizar su punto, Pedro razona: si Dios no perdonó a los ángeles rebeldes —quienes, aunque continúan haciendo el mal en este mundo, ya saben que están condenados—, mucho menos perdonará a los falsos maestros. Aunque estén vivos y sigan lucrándose de las congregaciones, están destinados a la extinción. Y si ya han muerto, serán levantados en la segunda resurrección para la segunda muerte: la extinción eterna.
Conclusión
La idea popular del infierno, un lugar de tormento eterno para almas, no se halla en la Biblia. Para los que escudriñamos el Antiguo y Nuevo Testamento, encontramos que la muerte, según la Torá, los profetas y los apóstoles, era vista como un estado temporal que precede a una resurrección y juicio. Este llevaría a la vida eterna para algunos o a la inexistencia para otros.
La concepción del "infierno" como muchos creyentes lo aceptan, surgió por la influencia cultural griega en el judaísmo durante el llamado "periodo del silencio". Fue entonces cuando el concepto hebreo del Sheol (la tumba) se fusionó con la mitología griega del Hades. Esta mezcla de tradiciones dio origen a ideas distorsionadas: el Hades como un lugar de tormento y el Seno de Abraham como el Paraíso. Aproximadamente 400 años después de Mashiaj, la Iglesia Católica Romana adoptó y usó estos conceptos para establecer la doctrina del infierno como un lugar de tormento eterno, sometiendo a los fieles que no aceptaban sus dogmas.
Desde ese momento, un concepto no bíblico se transformó en una doctrina usada para atemorizar y manipular a muchos. Sin embargo, en su verdadero contexto bíblico, el infierno no es un lugar de tortura eterna. Es, en cambio, un concepto que simboliza la destrucción total del mal para dar paso a un cielo nuevo y una tierra nueva. Representa el fin definitivo de todo lo corruptible, permitiendo que la creación sea restaurada.
Si Dios es inherentemente amoroso y un Juez perfectamente justo, la idea de que Él haya creado un infierno para torturar eternamente a Sus criaturas, tal como creían los griegos que hacía Hades en el inframundo, presenta una profunda contradicción. ¿Puede un amor infinito condenar a un sufrimiento sin fin, y una justicia perfecta perpetuar el tormento sin un propósito redentor o un final? Esta perspectiva nos invita a reexaminar si esa imagen tradicional del infierno realmente armoniza con el carácter de un Dios de amor y justicia.
Shalom.

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